Santa Teresa de Jesús
Al conocer las heridas causadas en la iglesia por el protestantismo, “diome gran fatiga, y lloraba con el Señor y le suplicaba remediase tanto mal. Parecíame que mil vidas pusiera yo para remedio de un alma... Y determiné hacer ese poquito que era en mí, que es seguir los consejos evangélicos con toda la perfección que yo pudiese, y procurar que estas poquitas que están aquí (San José, Ávila) hiciesen lo mismo... Que todas ocupadas en oración por los que son defensores de la iglesia, ayudásemos en lo que pudiésemos a este Señor mío, que tan apretado le traen aquellos a los que ha hecho tanto bien...”
“Oh hermanas mías en Cristo, ayudadme a suplicar esto al Señor, que para eso os juntó aquí; este es vuestro llamamiento; estos han de ser vuestros negocios; aquí vuestras lágrimas; estas vuestras peticiones.... Y cuando vuestras oraciones y deseos y disciplinas y ayunos no se empleasen en esto que he dicho, pensad que no hacéis ni cumplís el fin para que aquí os juntó el Señor” (Camino de perfección c. 1,2.5; c.3,10).
Al conocer las heridas causadas en la iglesia por el protestantismo, “diome gran fatiga, y lloraba con el Señor y le suplicaba remediase tanto mal. Parecíame que mil vidas pusiera yo para remedio de un alma... Y determiné hacer ese poquito que era en mí, que es seguir los consejos evangélicos con toda la perfección que yo pudiese, y procurar que estas poquitas que están aquí (San José, Ávila) hiciesen lo mismo... Que todas ocupadas en oración por los que son defensores de la iglesia, ayudásemos en lo que pudiésemos a este Señor mío, que tan apretado le traen aquellos a los que ha hecho tanto bien...”
“Oh hermanas mías en Cristo, ayudadme a suplicar esto al Señor, que para eso os juntó aquí; este es vuestro llamamiento; estos han de ser vuestros negocios; aquí vuestras lágrimas; estas vuestras peticiones.... Y cuando vuestras oraciones y deseos y disciplinas y ayunos no se empleasen en esto que he dicho, pensad que no hacéis ni cumplís el fin para que aquí os juntó el Señor” (Camino de perfección c. 1,2.5; c.3,10).
Sta Teresita del Niño Jesús
“Un sabio dijo: Dadme una palanca, un punto de apoyo, y levantaré el mundo. Lo que Arquímedes no pudo lograr, porque su petición no se dirigía a Dios, y porque, además, iba hecha desde un punto de vista material, lo lograron los santos en toda su plenitud. El Todopoderoso les dio un punto de apoyo: ¡El mismo! ¡El sólo! Y una palanca: la oración, que quema como fuego de amor. Y así levantaron el mundo. Y así lo siguen levantando los santos que aún militan en la tierra, y así lo levantarán, hasta el fin del mundo, los santos que vengan.” (Ms C 36v).
“¡Ah! La oración y el sacrificio constituyen toda mi fuerza, son las armas invencibles que Jesús me ha dado. Ellas pueden, mucho mejor que las palabras, conmover a los corazones. Muchas veces lo he comprobado... ¡Qué grande es el poder de la oración! Se diría que es una reina que en todo momento tiene entrada libre al rey, y puede conseguir todo lo que pide... Hago como los niños que no saben leer: digo a Dios con toda sencillez lo que quiero decirle, sin componer bellas frases, y siempre me entiende”. (Se lo dice en el silencio del corazón)
“Para mí la oración es un impulso del corazón, una simple mirada dirigida al cielo, un grito de agradecimiento y de amor, tanto en medio de la tribulación como en medio de la alegría. En fin, es algo grande, algo sobrenatural que me dilata el alma y me une con Jesús.... Me gustan mucho las oraciones en común, porque Jesús prometió hallarse en medio de los que se reúnen en su nombre. Siento entonces que el fervor de mis hermanas suple al mío.” (Ms C 24v.25r.25v).
“¡Qué misterio! ¿No es Jesús omnipotente? ¿Por qué, pues, dice: Pedid al dueño de la mies...? ¡Ah! Es que Jesús siente por nosotras un amor tan incomprensible, que quiere que tengamos parte con él en la salvación de las almas. No quiere hacer nada sin nosotras. El Creador del universo espera la oración de una pobrecita alma para salvar a las demás almas, redimidas, como ella, al precio de toda su sangre... He aquí las palabras de Jesús: Levantad los ojos y ved... Ved cómo en mi cielo hay sitios vacíos; os toca a vosotras llenarlos. Vosotras sois mi Moisés orante en la montaña; pedidme obreros, y yo los enviaré. ¡No espero más que una oración, un suspiro de vuestro corazón!” (Cta 135, a Celina).
“Las almas sencillas no necesitan usar medios complicados. Como yo soy una de ellas, Jesús me inspiró un modo sencillo de cumplir mi misión (de intercesora). Me hizo comprender el sentido de estas palabras de los cantares: Atráeme, correremos tras el olor de tus perfumes. ¡Oh Jesús! cuando un alma se ha dejado cautivar por el olor embriagador de vuestros perfumes, no podría correr sola; todas las almas que le son queridas se sienten llevadas tras ella... El alma que se abisma en el océano sin riberas de vuestro amor, lleva tras de sí todos los tesoros que posee. Señor, sabéis que mis únicos tesoros son las almas que os habéis dignado unir a la mía... He aquí mi oración. Pido a Jesús que me atraiga a las llamas de su amor, que me una tan estrechamente a sí, que sea él quien viva y obre en mí. Cuanto más me abrase el corazón el fuego de amor, con tanta mayor fuerza diré: Atráeme. Cuanto más se acerquen las almas a mí, con tanta mayor ligereza correrán estas almas tras el olor de los perfumes del Amado.” (C 34r.)
“Un sabio dijo: Dadme una palanca, un punto de apoyo, y levantaré el mundo. Lo que Arquímedes no pudo lograr, porque su petición no se dirigía a Dios, y porque, además, iba hecha desde un punto de vista material, lo lograron los santos en toda su plenitud. El Todopoderoso les dio un punto de apoyo: ¡El mismo! ¡El sólo! Y una palanca: la oración, que quema como fuego de amor. Y así levantaron el mundo. Y así lo siguen levantando los santos que aún militan en la tierra, y así lo levantarán, hasta el fin del mundo, los santos que vengan.” (Ms C 36v).
“¡Ah! La oración y el sacrificio constituyen toda mi fuerza, son las armas invencibles que Jesús me ha dado. Ellas pueden, mucho mejor que las palabras, conmover a los corazones. Muchas veces lo he comprobado... ¡Qué grande es el poder de la oración! Se diría que es una reina que en todo momento tiene entrada libre al rey, y puede conseguir todo lo que pide... Hago como los niños que no saben leer: digo a Dios con toda sencillez lo que quiero decirle, sin componer bellas frases, y siempre me entiende”. (Se lo dice en el silencio del corazón)
“Para mí la oración es un impulso del corazón, una simple mirada dirigida al cielo, un grito de agradecimiento y de amor, tanto en medio de la tribulación como en medio de la alegría. En fin, es algo grande, algo sobrenatural que me dilata el alma y me une con Jesús.... Me gustan mucho las oraciones en común, porque Jesús prometió hallarse en medio de los que se reúnen en su nombre. Siento entonces que el fervor de mis hermanas suple al mío.” (Ms C 24v.25r.25v).
“¡Qué misterio! ¿No es Jesús omnipotente? ¿Por qué, pues, dice: Pedid al dueño de la mies...? ¡Ah! Es que Jesús siente por nosotras un amor tan incomprensible, que quiere que tengamos parte con él en la salvación de las almas. No quiere hacer nada sin nosotras. El Creador del universo espera la oración de una pobrecita alma para salvar a las demás almas, redimidas, como ella, al precio de toda su sangre... He aquí las palabras de Jesús: Levantad los ojos y ved... Ved cómo en mi cielo hay sitios vacíos; os toca a vosotras llenarlos. Vosotras sois mi Moisés orante en la montaña; pedidme obreros, y yo los enviaré. ¡No espero más que una oración, un suspiro de vuestro corazón!” (Cta 135, a Celina).
“Las almas sencillas no necesitan usar medios complicados. Como yo soy una de ellas, Jesús me inspiró un modo sencillo de cumplir mi misión (de intercesora). Me hizo comprender el sentido de estas palabras de los cantares: Atráeme, correremos tras el olor de tus perfumes. ¡Oh Jesús! cuando un alma se ha dejado cautivar por el olor embriagador de vuestros perfumes, no podría correr sola; todas las almas que le son queridas se sienten llevadas tras ella... El alma que se abisma en el océano sin riberas de vuestro amor, lleva tras de sí todos los tesoros que posee. Señor, sabéis que mis únicos tesoros son las almas que os habéis dignado unir a la mía... He aquí mi oración. Pido a Jesús que me atraiga a las llamas de su amor, que me una tan estrechamente a sí, que sea él quien viva y obre en mí. Cuanto más me abrase el corazón el fuego de amor, con tanta mayor fuerza diré: Atráeme. Cuanto más se acerquen las almas a mí, con tanta mayor ligereza correrán estas almas tras el olor de los perfumes del Amado.” (C 34r.)
“Un alma unida e identificada con Jesús lo puede todo. Y me parece que sólo por la oración se puede alcanzar esto... Pues salvar almas no es otra cosa que darles a Jesús, y el que no lo posee, no puede dar nada... ¡Qué hermosa es nuestra vocación! Somos redentoras en unión con nuestro Salvador. Somos las hostias donde Jesús mora. En ellas vive, ora y sufre por el mundo pecador. ¿No fue esta la vida de la más perfecta de las criaturas, la Sma. Virgen? Ella llevó al Verbo en el silencio. Ella siempre oró y sufrió... ¿No es esta la vida de Jesús en el Sagrario? Sin duda, hemos escogido la mejor parte” (Carta 130).
“Hoy, Jueves Santo (14,4.1938), día en que el Señor se reunió con sus discípulos, yo también, en mi pequeñez, me acerqué a Jesús, pidiéndole que conmigo se quedara, y me admitiera a su mesa, y me permitiera vivir con él y seguirle a todas partes como su sombra... Le pedí a Jesús me permitiera reclinar mi cabeza sobre su pecho como san Juan. Le pedí que de mí no se apartara nunca aunque me viera débil y miserable... Recorrí el mundo entero enseñando a Jesús todo lo que quería que remediase: España, la guerra, mis hermanos, tantos corazones a quien quiero...Todo se lo enseñé a Jesús y le dije: Señor, tómame a mí y date tú al mundo, acéptame, Señor, tal como soy, enfermo, inútil, disipado y negligente. Y el Señor me escuchó” (Pág. 816).
S. Juan de la Cruz
Cuando tú me mirabas,
su gracia en mí tus ojos imprimían;
por eso me adamabas
y en eso merecían
los míos adorar lo que en ti vían. (Cántico Esp. c. 32)
“El mirar de Dios es amar y hacer mercedes” (Cant.19,6). “La mirada de Dios cuatro bienes hace en el alma: limpiarla, agraciarla, enriquecerla y alumbrarla; así como el sol con sus rayos enjuga, calienta, hermosea y resplandece. Y después que Dios pone en el alma estos tres bienes postreros, por cuanto por ellos le es el alma muy agradable, nunca más se acuerda de la fealdad y pecado que antes tenía” (Cántico 33,1).
*¿Qué mejor oración que acoger la mirada y el amor de Dios? * ¿Qué mejor intercesión que llevar en el corazón a nuestros seres queridos, a la Iglesia, el mundo..., y dejar que la mirada de Dios se pose sobre ellos con su infinito amor y generosidad?
En el coro de San Damián (Asís), convento donde vivió y murió Sta. Clara:
Non vox, sed votum
No la voz, sino el deseo,
Non clamor, sed amor
No el clamor, sino el amor
Non cordula, sed cor
No las cuerdas (vocales), sino el corazón
Psalat in aure Dei
Cante al oído de Dios.
Lingua consonet menti
Concuerde la lengua con la mente
et mens consonet cum Deo
Y la mente con Dios.