“Manos Alzadas” EN LOURDES 04-10/08/06
2º ENCUENTRO NACIONAL DE INTERCESIÓN POR LA IGLESIA Y EL MUNDO
P. Marcelino Iragui, O.C.D., y equipo.
Algunos de los fariseos, que estaban entre la gente, le dijeron: “Maestro, reprende a tus discípulos.” Respondió: “Os digo que si éstos callan gritarán las piedras.” Lc 19, 39-40.
Venidos de muchos puntos de España, nos hemos reunido a los pies de María, la Madre de Jesús, para interceder con Él por la Iglesia y el mundo ante el Trono de Gracia.
Hemos sido un grupo de más de 100 personas, con cuatro sacerdotes, llenas de ilusión y de deseo de llenarnos de Dios, de estar con el Santísimo dejando atrás todas las cosas del mundo, de contemplar la Virgen Madre en ese oasis verde lleno de esperanza, de orar con tantos enfermos que son nuestros hermanos en el dolor, de orar en esa Carpa donde el silencio nos llena de Dios. ....
Sí, hemos ido llenos de ilusión para dar gracias a Dios con toda nuestra alma, para alabarlo, para, unidos los hermanos, adorar y reparar, para interceder y hacer silencio en nuestro corazón y abrirlo a las gracias que el Señor desea dar a todos sus hijos.
Podemos decir que, a pesar de las dificultades que hayan podido surgir, de las cargas y problemas con las que cada uno llegaba a este encuentro, o precisamente por ello, el Señor se ha derramado con generosidad, como hace siempre que se lo permitimos, a través de la Eucaristía, laudes, intercesiones, adoraciones, acto mariano y actos realizados en el Santuario, las enseñanzas, ....
¿Qué decir de las Eucaristías? ¿de las horas de intercesión? ¿de las adoraciones? ¿de las bellas y enriquecedoras enseñanzas con las que el Señor nos ha bendecido a través del P. Marcelino?
Sólo se puede utilizar el lenguaje divino que nos dice S. Juan de la Cruz: ‘el callado amor’. ¡Pero no podemos callarnos, hemos de compartir las maravillas del Señor!
Y sí, las enseñanzas han sido maravillosas y profundas. De una riqueza excepcional, como es habitual en estos encuentros, regalos de nuestro Dios a su pueblo ¡tan hambriento, aún sin saberlo, de la verdadera doctrina de la Santa Madre Iglesia!
Desde el primer día nos han ido introduciendo cada vez más en el Corazón misericordioso de Dios, nuestro Padre amoroso, descubriéndonos su amor infinito por el ser humano, su sed de amor, haciéndonos sentir hijos en su Hijo amado, llevados por su Espíritu de Amor y destinados a compartir ese amor infinito en el tiempo y en la eternidad.
¡Ojalá no las dejásemos en el olvido! ¡Ojalá nos aprovecháramos de ellas y las pusiéramos en práctica, al menos en parte, asumiéndolas de corazón! ¡Ojalá deseásemos entrar en la oración contemplativa a la que nos guían!, y que el Señor está pidiendo insistentemente en nuestro mundo de algarabía y ruido constantes.
El primer día (4), fue la acogida con la celebración gozosa de la Eucaristía y la presentación de los participantes, procedentes de todos los rincones de nuestra tierra. El Señor ya nos fue introduciendo con suavidad y firmeza a la tarea a la que nos había llamado: interceder junto con Jesús por la Iglesia y el mundo, olvidándonos de nuestros propios problemas y conflictos para adentrarnos en el corazón misericordioso de Dios y abandonarnos en sus amorosas manos de Padre.
Interceder nos hace uno con Jesús, y eso es una bendición.
El mensaje de María en Lourdes nos invita a ser perseverantes ante la dificultad, para encontrar en ella a Dios, como Sta Bernardita el agua que no veía: Jesús es la fuente y el agua viva que nos espera siempre si confiamos en Él; a hacer penitencia aceptando lo que no me gusta; a rezar por los alejados;
a imitar a la Virgen en nuestra vida.
El segundo día (5), nos unimos a toda la Iglesia en laudes alabando al Señor.
Después tuvimos la celebración de la Eucaristía en la Gruta unidos a la Peregrinación de la diócesis de Palencia. Fue hermoso sentir a tantos hermanos, reunidos a los pies de María en Lourdes, celebrar en español; lo mismo que las palabras que el Sr. Obispo de Palencia nos dirigió a todos exhortándonos a abrazar nuestra cruz de cada día, por amor a Cristo, pues la cruz que se arrastra se vuelve más pesada y la cruz que así se abraza se vuelve fuente de bendición. A continuación, “Manos Alzadas” realizó un acto mariano con una bella oración a la Virgen, en el Camino del agua.
Por la tarde, la enseñanza: ‘Intercediendo con Jesús’, fue abriendo y caldeando nuestro corazón ante la perspectiva de los designios y amor de Dios que nos ofrecía y a la llamada apremiante que nos hacía a colaborar en el plan de salvación de Dios. “Yahvé mi bandera. La intercesión es la bandera de Dios en alto, que asegura la victoria. Cuenta, ante enemigos fuertes y peligros, con Jesús elevado en la Cruz, signo de victoria. Jesús se ofreció en la cruz una vez; pero su sacrificio permanece siempre actual; acompañar a Jesús junto con María Madre, el discípulo amado y tantos otros..., movidos y sostenidos por el mismo Espíritu es nuestro privilegio; Manos Alzadas significa participar en la lucha victoriosa de Jesús, uniendo nuestra plegaria, vida, sacrificio ... al suyo, utilizando las armas de Dios: siempre en oración, orando en el Espíritu, velando juntos e intercediendo por todos, sabiendo que la extensión del Reino depende ante todo de la gracia divina”.
Luego, la hora de adoración-intercesión por la Familia, tan necesitada de oración en nuestra sociedad actual, fue el momento de poner en práctica algo de la enseñanza recibida, acompañando a Jesús en su oración de intercesión ante el trono de gracia.
Terminamos el día con la adoración y unción de los intercesores, pidiendo el carisma de intercesión universal para todos los participantes: para quienes venían por primera vez, que el Señor lo pusiera en su corazón, y para los que ya lo tenían, que lo fortaleciera y continuaran con entusiasmo el camino de esta oración de intercesión.
El tercer día (6), empezamos gozosos alabando a nuestro Buen Dios con los laudes.
Y seguimos con el regalo dela enseñanza, ‘ Intercediendo como sacerdocio real’. En ella se nos dijo, y se nos dice, ‘que lo más grande y útil que podemos hacer en la vida es orar y vivir como Jesús, con Jesús, en Jesús y desde Jesús: desde el seno de Dios al corazón de Dios; que Jesús es el único mediador entre Dios y los hombres, propiciación por nuestros pecados; que el único sacerdocio es el de Cristo; que nosotros estamos consagrados a Dios por el bautismo, y quien nos consagra es Dios Espíritu Santo; que somos sacerdocio real para adorar, alabar e interceder como representantes de la nueva humanidad y de toda la creación: ofreciendo la Eucaristía, recibiendo sacramentos y usando sacramentales, bendiciendo en nombre de Dios, viviendo en el amor, buscando la voluntad de Dios, abrazando nuestra cruz de cada día, acogiendo el amor de Dios a beneficio de los que lo rechazan, y adorando y amando por los que no adoran ni aman; que interceder es apoyarse en lo que el divino Salvador ha hecho por nosotros y por toda la humanidad y orar con Él y ante Él Eucaristía con la humildad y silencio de María, es recoger la Sangre que brota del Corazón de Jesús y llevarla a los demás, es amar por los ausentes, es orar : “ Venga tu reino; hágase tu voluntad”. La bondad de Dios no excluye a nadie. Alabanza e intercesión no se oponen, se unen’.
La hora de adoración-intercesión fue por los Gobernantes. Nuestra misión es orar por ellos, y por los que tienen la autoridad, sean como sean, es llevarlos al Corazón de Dios y que Él reine en ellos, para
que trabajen por el bien de todos y podamos todos vivir en paz, justicia y libertad bien entendida.
La tarde fue dedicada a la adoración del Santísimo, en la Carpa, en intercesión por Nuestros pastores: que nos conceda pastores según su Corazón; que reflejen su rostro de Padre y tengan sus entrañas de Madre; que vivan en plenitud y transmitan con claridad su Palabra; que sean canales de la gracia, sanación y liberación de Dios; portadores del amor, la bondad, la paz de Dios; profetas de esperanza; llenos de Espíritu Santo y acompañados siempre de María Madre.
Y a continuación, la procesión hasta la Cripta de San Pío X, para la bendición de los enfermos. Realmente se sentía la presencia viva de Jesús bendiciendo a sus preferidos: los pobres y los enfermos con sencillez y solemnidad, con amor y dulzura, con fuerza y esperanza.
Por la noche, tuvimos la celebración gozosa de la Eucaristía. La homilía del P. Luis Mª nos ayudó a comprender mejor este pasaje de los Evangelios: ‘La Transfiguración, presagio de la Pasión, fue un regalo muy privado’. Jesús sólo se muestra en la luz de su gloria a tres de sus discípulos, y les manda no decir nada. Si lo cuentan en el momento, pueden quedarse en el entusiasmo, en lo exterior; después de la Resurrección ya se ha hecho vivencia interior, el oro ha pasado por el crisol y ha quedado purificado de todo. Sin la experiencia de la cruz no se puede enteramente gozar la gloria. ‘Al Tabor todos queremos subir; pero al Calvario, María, Juan y algunas mujeres’.
El cuarto día (7), comenzamos el día alabando al Señor con toda la Iglesia en los laudes, dándole gracias y bendiciendo su nombre por ser nuestro Dios.
Luego vino la enseñanza, ‘Intercediendo desde dentro del reino’. “El reino de Dios, la fuente de paz y gozo y santidad, sólo se encuentra entrando dentro de uno mismo bajo la dirección del Espíritu Santo. La mayor de las maravillas es que Dios habita en nosotros. Por el bautismo estamos consagrados al Dios Trino como morada suya, somos su propiedad. Llevamos dentro de nosotros el trono de gracia. Dios, en cuyas manos está el corazón de todos los hombres y mujeres, el destino de todos los pueblos, ¡mora en mí, me mira, me ama, me invita a interceder, me escucha! El Espíritu purifica y ensancha el corazón humano al modo de Dios. Así, crea un espacio adecuado para acoger a toda la Iglesia y al mundo, haciéndoles partícipes de los bienes de Dios. El campo donde está el tesoro es nuestra pobreza. Todo complejo que llevamos dentro es una mentira que nos hemos tragado. Si nos aceptamos, estamos comprando el campo para poseer el tesoro: Dios. Dios mora en nosotros en la plenitud de su ser, en su eterna actividad. ‘Los tesoros del reino’ son infinitos. Dios me los regaló ya en el bautismo. He de vaciarse hasta hacer un espacio infinito para el Bien infinito. Si me los apropio, si les doy cabida en mi interior, esos tesoros son míos ... los puedo dar a otros. Y lo haré siempre según Dios. Cuando el Espíritu controla mi yo, mi vida pone siempre a Jesús el primero, en el centro.”
Después, intercedimos con Jesús por la Paz y la conversión. En nuestro mundo de conflictos y guerras, terrorismo y todo tipo de violencia, desastres naturales y despropósitos del hombre, pedimos con Jesús y ante Jesús Eucaristía para que los corazones se vuelvan con sinceridad y humildad a Dios, y habite su Paz en todos ellos, que el reino de Dios venga y se haga su voluntad, no la nuestra.
Por la tarde, honramos a nuestra Madre María con un hermoso acto mariano, leyendo textos del evangelio siguiendo los misterios gozosos, reflexionando sobre ellos, y cantándole y piropeándola espontáneamente con cariño filial. Y adoramos a Jesús intercediendo con Él por el mundo de la Educación y los Medios de comunicación, tan complejos e importantes en nuestro mundo, y tan poderosos en nuestra sociedad occidental actual; proclamando el señorío de Jesús sobre todos sus aspectos y posibilidades; orando por su evangelización y su utilización para que el Reino de Dios se establezca en el corazón de cada hombre y mujer, y se eduque y comunique en la verdad, el respeto, el amor, la justicia, la libertad, ... para construir un mundo mejor.
Por la noche, en el Santuario, participamos en la hermosa procesión de las antorchas y el rezo del santo rosario, recitado y cantado en diversos idiomas, donde estábamos unidos tantos y tantos hijos de Dios en honor a María Inmaculada. Después, celebramos la Eucaristía de las 11 en la Gruta, a los pies de nuestra Madre, y permanecimos allí en la adoración final del Santísimo. El Señor se derramó en abundancia en todos nuestros corazones.
El quinto día (8), terminados los laudes, nos dirigimos al Santuario. Allí nos esperaba el Via Crucis siguiendo el itinerario que hay en el monte. Fue un tiempo de gracia especial, que se manifestó en muchos hermanos. Recorrer ese Via Crucis nos lleva a sumergirnos en esos momentos de la vida de Jesús, nuestro Señor, y vivirlos con Él, abriendo nuestros oídos a lo que Él nos dice hoy y ahora, abriendo nuestro corazón a su amor infinito, a acompañarlo, a amarlo y a dejarnos amar en su entrega total al Padre. Después, hubo un rato de intercesión, en el Santuario, orando por el Espíritu de Santidad para toda la Iglesia: pidiendo al Padre, en unión con Jesús y María y por sus méritos infinitos, una gran floración de santidad auténtica para la Iglesia; que derrame sobre toda ella su Espíritu Santo y santificador; que nos dé santos que vivan las bienaventuranzas en medio de un mundo materialista, llenos de la presencia del Reino, que irradien la bondad, la paz y algo de la alegría infinita de Dios, que aman a la Iglesia y atraen a muchos a ella, a la comunión de los santos, que aman la Palabra de Dios y la viven, que saben contentarse con poco y ayudan a muchos.
Por la tarde, la enseñanza, ‘Intercesión contemplativa’, nos abrió nuevos horizontes espirituales y avivó en nuestro corazón el deseo de entregarnos más a la intercesión. En ella se nos dice: “El hombre espiritual (controlado por el Espíritu) vive de cara a Dios, con confianza filial en Él, bajo el señorío de Jesús; descubre en todo acontecimiento, próspero o adverso, la mano providente de Dios, y su respuesta es gratitud y admiración sin límites en acción de gracias y alabanza continua; se adentra en el Corazón de Dios y descubre su deseo infinito de compartir su amor, su vida y felicidad con todos los seres humanos creados a su imagen; sabe que la salvación es obra de Dios, que depende de nuestra oración, gradualmente simplificada hasta quedar reducida a una simple mirada del corazón, que no tiene límites cuando uno se deja guiar por el Espíritu de Dios, y pasa tiempo en silencio ante Jesús Eucaristía. Cuando acogemos la mirada silenciosa y suave de Jesús Eucaristía, nuestro corazón se sana, se libera, se ensancha ... sin límites; en ella vemos a su Iglesia entera y a toda la humanidad; y, sin saber cómo, podemos acoger y abrazar con amor a cuantos están presentes en el Corazón de Jesús. Nuestro Dios es tan generoso que desea elevarnos a su nivel y comunicarse con nosotros en lenguaje divino: la contemplación. Contemplación significa: ¡Entra en el gozo de tu Señor! Esencial para la intercesión es la intención. La intención amorosa abraza a todos aquellos por los que Dios quiere que oremos ... y los presenta a Dios aún sin pensar ellos. Cuando el intercesor con esa simple intención se expone a la mirada de Dios, todos los que lleva en su corazón se van bañando en el amor de Dios y recibiendo la gracia divina. Cuando el intercesor contemplativo se pierde en Dios, quedan dentro de Dios todas las personas e intenciones que lleva en su interior.
Y luego, la gozosa celebración de la Eucaristía, subrayando su aspecto sanador. Jesús camina sobre el agua. Pedro camina hasta casi llegar a Jesús; se hundió porque, por un momento, no miró a Jesús, sino al viento y a las olas. A nosotros también nos pasa lo mismo que a Pedro, y el remedio es mantener la mirada en Jesús aunque no lo veamos.
Para finalizar el día, la adoración al Santísimo con nuestra expresión y ofrenda personal.
El sexto día(9), después de alabar al Señor en laudes, tuvimos la enseñanza, que nos señalaba nuestro destino,‘Ser alabanza, ser intercesión’: “Betania es el segundo hogar de Jesús de Nazaret. La casa de Marta y María es nuestro corazón. Todo cristiano tiene una doble vocación: activa, a hacer, y contemplativa, a ser. La vocación activa, la realizamos nosotros con la ayuda de Dios, y la contemplativa la realiza sólo el Espíritu con nuestra cooperación. El sentido final de nuestra existencia, es ser alabanza de Dios. Los llamados a interceder estamos también destinados a ser intercesión. Jesús es la alabanza e intercesión perfecta. En cuanto somos su imagen, somos alabanza, somos intercesión con Él y como Él. Nuestra identidad verdadera está escondida en Dios. En esta vida hemos de practicar lo que estamos llamados a ser por toda la eternidad: alabanza de Dios, para gloria de Dios y alegría nuestra y de todos los bienaventurados, de los redimidos.
Condiciones para ser alabanza e intercesión: 1) Docilidad al Espíritu. Cuando nuestra vida cae bajo el control del Espíritu, Él nos transforma profundamente: nos vacía de nuestro yo, nos llena de Jesús hasta llegar a ser Jesús para Dios y los hombres. Sólo usa un arma: derrama el amor de Dios. Nada más importante en la vida que contribuir a que Dios pueda satisfacer en nosotros y en todos su sed infinita de amar. 2) Buscar siempre y en todo el reino de Dios. El reino de Dios, la gloria de Dios y lo que Dios tanto desea: la santificación de los escogidos, y la salvación de todos los hombres, es lo único importante para quien se convierte en intercesión y encuentra en su pobreza y en la ajena la riqueza y la fuerza de Dios. Mis debilidades y defectos, mis sufrimientos, cansancios y pobrezas, unidos a Jesús son mi intercesión permanente. 3) Unidad y armonía interior, que sea fruto y reflejo de la unidad existente en el seno de la Trinidad. Cuando uno se acepta como es: con sus limitaciones, sus pobrezas y otras circunstancias de la vida, su voluntad está en pleno acuerdo con la de Dios. En su interior reina la paz, armonía, unidad. Para descubrirlas hay que entrar muy dentro de uno mismo, por el recogimiento y silencio interior; y proceder en fe más allá de uno mismo. 4) Gratitud sin límites. La gratitud es algo que nace del sentido de lo gratuito. Para tenerla hay que buscar a Dios por sí mismo, no por sus beneficios. Quien acoge el amor de Dios como puro don y sin cortapisas aprende a amar a Dios con pureza de corazón, desinteresadamente. Amar a Dios como Dios, lo mismo en sequedad que en fervor, no por sus dones, no por gustos”, no por sus regalos.
Toda alabanza de gloria se convierte gradualmente en una hostia de alabanza, en intercesión, como lo fue, como lo es, Jesús.
Luego vino la adoración-intercesión ante Jesús Eucaristía por la Evangelización, la Renovación Carismática, Manos Alzadas, la Catequesis. Dejarnos utilizar por el Espíritu de Dios según sus planes, según su voluntad, hacer pasar la gracia de la salvación a tantos hambrientos y necesitados de Dios Misericordia y Amor.
Por la tarde, seguimos orando por Emigración, marginación y pobreza; unidos a Cristo ante el Padre, y elevando nuestra plegaria silenciosa a favor de sus preferidos.
Continuamos con la celebración de la Eucaristía. Ser canales para que pase el agua de la fuente: Cristo, mantener las lámparas encendidas con cariño y ternura a la espera del Esposo.
Y después de la cena, la fiesta con el Señor: adoración al aire libre con cantos de danza, velas y poesías, una explosión de alegría y gozo y adoración hacia nuestro Dios Trinidad en la Persona de Jesús Eucaristía, y en presencia especial de María nuestra Madre, su Mamá.
El día séptimo, se terminó el encuentro con el broche final de la celebración de la Eucaristía en la casa de l’Assomption, exhortándonos a todos los participantes a ser intercesores allá donde fuéramos y con quienes estuviésemos.
Y la despedida a nuestra bendita Madre María Inmaculada, frente a la Gruta de Massabielle, en alegría y paz, y nostalgia del próximo encuentro bajo su amparo y protección, en Lourdes.
No podemos olvidar los “paseos” diarios con el Santísimo (traslado de la capilla al salón). Eran una bendición de alegría y de gozo en el Señor.
¡Ojalá, supiéramos dar gracias a Dios por todo el amor y las gracias que Él ha derramado en este encuentro! Y derrama siempre que nos dejamos llenar de su amor.
El Señor ha estado grande con nosotros. Nos ha fortalecido en la fe, en la esperanza y en el amor. ¡Sí, el Señor se ha derramado en todo y en todos!
“Cuando llegó y vio la gracia de Dios se alegró y exhortaba a todos a permanecer, con corazón firme, unidos al Señor. Hch 11, 23.
¡Gloria al Señor! ¡Aleluya! ¡Amén! ¡Amén!
“Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; yo no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.” Mc 1, 7-8.
2º ENCUENTRO NACIONAL DE INTERCESIÓN POR LA IGLESIA Y EL MUNDO
P. Marcelino Iragui, O.C.D., y equipo.
Algunos de los fariseos, que estaban entre la gente, le dijeron: “Maestro, reprende a tus discípulos.” Respondió: “Os digo que si éstos callan gritarán las piedras.” Lc 19, 39-40.
Venidos de muchos puntos de España, nos hemos reunido a los pies de María, la Madre de Jesús, para interceder con Él por la Iglesia y el mundo ante el Trono de Gracia.
Hemos sido un grupo de más de 100 personas, con cuatro sacerdotes, llenas de ilusión y de deseo de llenarnos de Dios, de estar con el Santísimo dejando atrás todas las cosas del mundo, de contemplar la Virgen Madre en ese oasis verde lleno de esperanza, de orar con tantos enfermos que son nuestros hermanos en el dolor, de orar en esa Carpa donde el silencio nos llena de Dios. ....
Sí, hemos ido llenos de ilusión para dar gracias a Dios con toda nuestra alma, para alabarlo, para, unidos los hermanos, adorar y reparar, para interceder y hacer silencio en nuestro corazón y abrirlo a las gracias que el Señor desea dar a todos sus hijos.
Podemos decir que, a pesar de las dificultades que hayan podido surgir, de las cargas y problemas con las que cada uno llegaba a este encuentro, o precisamente por ello, el Señor se ha derramado con generosidad, como hace siempre que se lo permitimos, a través de la Eucaristía, laudes, intercesiones, adoraciones, acto mariano y actos realizados en el Santuario, las enseñanzas, ....
¿Qué decir de las Eucaristías? ¿de las horas de intercesión? ¿de las adoraciones? ¿de las bellas y enriquecedoras enseñanzas con las que el Señor nos ha bendecido a través del P. Marcelino?
Sólo se puede utilizar el lenguaje divino que nos dice S. Juan de la Cruz: ‘el callado amor’. ¡Pero no podemos callarnos, hemos de compartir las maravillas del Señor!
Y sí, las enseñanzas han sido maravillosas y profundas. De una riqueza excepcional, como es habitual en estos encuentros, regalos de nuestro Dios a su pueblo ¡tan hambriento, aún sin saberlo, de la verdadera doctrina de la Santa Madre Iglesia!
Desde el primer día nos han ido introduciendo cada vez más en el Corazón misericordioso de Dios, nuestro Padre amoroso, descubriéndonos su amor infinito por el ser humano, su sed de amor, haciéndonos sentir hijos en su Hijo amado, llevados por su Espíritu de Amor y destinados a compartir ese amor infinito en el tiempo y en la eternidad.
¡Ojalá no las dejásemos en el olvido! ¡Ojalá nos aprovecháramos de ellas y las pusiéramos en práctica, al menos en parte, asumiéndolas de corazón! ¡Ojalá deseásemos entrar en la oración contemplativa a la que nos guían!, y que el Señor está pidiendo insistentemente en nuestro mundo de algarabía y ruido constantes.
El primer día (4), fue la acogida con la celebración gozosa de la Eucaristía y la presentación de los participantes, procedentes de todos los rincones de nuestra tierra. El Señor ya nos fue introduciendo con suavidad y firmeza a la tarea a la que nos había llamado: interceder junto con Jesús por la Iglesia y el mundo, olvidándonos de nuestros propios problemas y conflictos para adentrarnos en el corazón misericordioso de Dios y abandonarnos en sus amorosas manos de Padre.
Interceder nos hace uno con Jesús, y eso es una bendición.
El mensaje de María en Lourdes nos invita a ser perseverantes ante la dificultad, para encontrar en ella a Dios, como Sta Bernardita el agua que no veía: Jesús es la fuente y el agua viva que nos espera siempre si confiamos en Él; a hacer penitencia aceptando lo que no me gusta; a rezar por los alejados;
a imitar a la Virgen en nuestra vida.
El segundo día (5), nos unimos a toda la Iglesia en laudes alabando al Señor.
Después tuvimos la celebración de la Eucaristía en la Gruta unidos a la Peregrinación de la diócesis de Palencia. Fue hermoso sentir a tantos hermanos, reunidos a los pies de María en Lourdes, celebrar en español; lo mismo que las palabras que el Sr. Obispo de Palencia nos dirigió a todos exhortándonos a abrazar nuestra cruz de cada día, por amor a Cristo, pues la cruz que se arrastra se vuelve más pesada y la cruz que así se abraza se vuelve fuente de bendición. A continuación, “Manos Alzadas” realizó un acto mariano con una bella oración a la Virgen, en el Camino del agua.
Por la tarde, la enseñanza: ‘Intercediendo con Jesús’, fue abriendo y caldeando nuestro corazón ante la perspectiva de los designios y amor de Dios que nos ofrecía y a la llamada apremiante que nos hacía a colaborar en el plan de salvación de Dios. “Yahvé mi bandera. La intercesión es la bandera de Dios en alto, que asegura la victoria. Cuenta, ante enemigos fuertes y peligros, con Jesús elevado en la Cruz, signo de victoria. Jesús se ofreció en la cruz una vez; pero su sacrificio permanece siempre actual; acompañar a Jesús junto con María Madre, el discípulo amado y tantos otros..., movidos y sostenidos por el mismo Espíritu es nuestro privilegio; Manos Alzadas significa participar en la lucha victoriosa de Jesús, uniendo nuestra plegaria, vida, sacrificio ... al suyo, utilizando las armas de Dios: siempre en oración, orando en el Espíritu, velando juntos e intercediendo por todos, sabiendo que la extensión del Reino depende ante todo de la gracia divina”.
Luego, la hora de adoración-intercesión por la Familia, tan necesitada de oración en nuestra sociedad actual, fue el momento de poner en práctica algo de la enseñanza recibida, acompañando a Jesús en su oración de intercesión ante el trono de gracia.
Terminamos el día con la adoración y unción de los intercesores, pidiendo el carisma de intercesión universal para todos los participantes: para quienes venían por primera vez, que el Señor lo pusiera en su corazón, y para los que ya lo tenían, que lo fortaleciera y continuaran con entusiasmo el camino de esta oración de intercesión.
El tercer día (6), empezamos gozosos alabando a nuestro Buen Dios con los laudes.
Y seguimos con el regalo dela enseñanza, ‘ Intercediendo como sacerdocio real’. En ella se nos dijo, y se nos dice, ‘que lo más grande y útil que podemos hacer en la vida es orar y vivir como Jesús, con Jesús, en Jesús y desde Jesús: desde el seno de Dios al corazón de Dios; que Jesús es el único mediador entre Dios y los hombres, propiciación por nuestros pecados; que el único sacerdocio es el de Cristo; que nosotros estamos consagrados a Dios por el bautismo, y quien nos consagra es Dios Espíritu Santo; que somos sacerdocio real para adorar, alabar e interceder como representantes de la nueva humanidad y de toda la creación: ofreciendo la Eucaristía, recibiendo sacramentos y usando sacramentales, bendiciendo en nombre de Dios, viviendo en el amor, buscando la voluntad de Dios, abrazando nuestra cruz de cada día, acogiendo el amor de Dios a beneficio de los que lo rechazan, y adorando y amando por los que no adoran ni aman; que interceder es apoyarse en lo que el divino Salvador ha hecho por nosotros y por toda la humanidad y orar con Él y ante Él Eucaristía con la humildad y silencio de María, es recoger la Sangre que brota del Corazón de Jesús y llevarla a los demás, es amar por los ausentes, es orar : “ Venga tu reino; hágase tu voluntad”. La bondad de Dios no excluye a nadie. Alabanza e intercesión no se oponen, se unen’.
La hora de adoración-intercesión fue por los Gobernantes. Nuestra misión es orar por ellos, y por los que tienen la autoridad, sean como sean, es llevarlos al Corazón de Dios y que Él reine en ellos, para
que trabajen por el bien de todos y podamos todos vivir en paz, justicia y libertad bien entendida.
La tarde fue dedicada a la adoración del Santísimo, en la Carpa, en intercesión por Nuestros pastores: que nos conceda pastores según su Corazón; que reflejen su rostro de Padre y tengan sus entrañas de Madre; que vivan en plenitud y transmitan con claridad su Palabra; que sean canales de la gracia, sanación y liberación de Dios; portadores del amor, la bondad, la paz de Dios; profetas de esperanza; llenos de Espíritu Santo y acompañados siempre de María Madre.
Y a continuación, la procesión hasta la Cripta de San Pío X, para la bendición de los enfermos. Realmente se sentía la presencia viva de Jesús bendiciendo a sus preferidos: los pobres y los enfermos con sencillez y solemnidad, con amor y dulzura, con fuerza y esperanza.
Por la noche, tuvimos la celebración gozosa de la Eucaristía. La homilía del P. Luis Mª nos ayudó a comprender mejor este pasaje de los Evangelios: ‘La Transfiguración, presagio de la Pasión, fue un regalo muy privado’. Jesús sólo se muestra en la luz de su gloria a tres de sus discípulos, y les manda no decir nada. Si lo cuentan en el momento, pueden quedarse en el entusiasmo, en lo exterior; después de la Resurrección ya se ha hecho vivencia interior, el oro ha pasado por el crisol y ha quedado purificado de todo. Sin la experiencia de la cruz no se puede enteramente gozar la gloria. ‘Al Tabor todos queremos subir; pero al Calvario, María, Juan y algunas mujeres’.
El cuarto día (7), comenzamos el día alabando al Señor con toda la Iglesia en los laudes, dándole gracias y bendiciendo su nombre por ser nuestro Dios.
Luego vino la enseñanza, ‘Intercediendo desde dentro del reino’. “El reino de Dios, la fuente de paz y gozo y santidad, sólo se encuentra entrando dentro de uno mismo bajo la dirección del Espíritu Santo. La mayor de las maravillas es que Dios habita en nosotros. Por el bautismo estamos consagrados al Dios Trino como morada suya, somos su propiedad. Llevamos dentro de nosotros el trono de gracia. Dios, en cuyas manos está el corazón de todos los hombres y mujeres, el destino de todos los pueblos, ¡mora en mí, me mira, me ama, me invita a interceder, me escucha! El Espíritu purifica y ensancha el corazón humano al modo de Dios. Así, crea un espacio adecuado para acoger a toda la Iglesia y al mundo, haciéndoles partícipes de los bienes de Dios. El campo donde está el tesoro es nuestra pobreza. Todo complejo que llevamos dentro es una mentira que nos hemos tragado. Si nos aceptamos, estamos comprando el campo para poseer el tesoro: Dios. Dios mora en nosotros en la plenitud de su ser, en su eterna actividad. ‘Los tesoros del reino’ son infinitos. Dios me los regaló ya en el bautismo. He de vaciarse hasta hacer un espacio infinito para el Bien infinito. Si me los apropio, si les doy cabida en mi interior, esos tesoros son míos ... los puedo dar a otros. Y lo haré siempre según Dios. Cuando el Espíritu controla mi yo, mi vida pone siempre a Jesús el primero, en el centro.”
Después, intercedimos con Jesús por la Paz y la conversión. En nuestro mundo de conflictos y guerras, terrorismo y todo tipo de violencia, desastres naturales y despropósitos del hombre, pedimos con Jesús y ante Jesús Eucaristía para que los corazones se vuelvan con sinceridad y humildad a Dios, y habite su Paz en todos ellos, que el reino de Dios venga y se haga su voluntad, no la nuestra.
Por la tarde, honramos a nuestra Madre María con un hermoso acto mariano, leyendo textos del evangelio siguiendo los misterios gozosos, reflexionando sobre ellos, y cantándole y piropeándola espontáneamente con cariño filial. Y adoramos a Jesús intercediendo con Él por el mundo de la Educación y los Medios de comunicación, tan complejos e importantes en nuestro mundo, y tan poderosos en nuestra sociedad occidental actual; proclamando el señorío de Jesús sobre todos sus aspectos y posibilidades; orando por su evangelización y su utilización para que el Reino de Dios se establezca en el corazón de cada hombre y mujer, y se eduque y comunique en la verdad, el respeto, el amor, la justicia, la libertad, ... para construir un mundo mejor.
Por la noche, en el Santuario, participamos en la hermosa procesión de las antorchas y el rezo del santo rosario, recitado y cantado en diversos idiomas, donde estábamos unidos tantos y tantos hijos de Dios en honor a María Inmaculada. Después, celebramos la Eucaristía de las 11 en la Gruta, a los pies de nuestra Madre, y permanecimos allí en la adoración final del Santísimo. El Señor se derramó en abundancia en todos nuestros corazones.
El quinto día (8), terminados los laudes, nos dirigimos al Santuario. Allí nos esperaba el Via Crucis siguiendo el itinerario que hay en el monte. Fue un tiempo de gracia especial, que se manifestó en muchos hermanos. Recorrer ese Via Crucis nos lleva a sumergirnos en esos momentos de la vida de Jesús, nuestro Señor, y vivirlos con Él, abriendo nuestros oídos a lo que Él nos dice hoy y ahora, abriendo nuestro corazón a su amor infinito, a acompañarlo, a amarlo y a dejarnos amar en su entrega total al Padre. Después, hubo un rato de intercesión, en el Santuario, orando por el Espíritu de Santidad para toda la Iglesia: pidiendo al Padre, en unión con Jesús y María y por sus méritos infinitos, una gran floración de santidad auténtica para la Iglesia; que derrame sobre toda ella su Espíritu Santo y santificador; que nos dé santos que vivan las bienaventuranzas en medio de un mundo materialista, llenos de la presencia del Reino, que irradien la bondad, la paz y algo de la alegría infinita de Dios, que aman a la Iglesia y atraen a muchos a ella, a la comunión de los santos, que aman la Palabra de Dios y la viven, que saben contentarse con poco y ayudan a muchos.
Por la tarde, la enseñanza, ‘Intercesión contemplativa’, nos abrió nuevos horizontes espirituales y avivó en nuestro corazón el deseo de entregarnos más a la intercesión. En ella se nos dice: “El hombre espiritual (controlado por el Espíritu) vive de cara a Dios, con confianza filial en Él, bajo el señorío de Jesús; descubre en todo acontecimiento, próspero o adverso, la mano providente de Dios, y su respuesta es gratitud y admiración sin límites en acción de gracias y alabanza continua; se adentra en el Corazón de Dios y descubre su deseo infinito de compartir su amor, su vida y felicidad con todos los seres humanos creados a su imagen; sabe que la salvación es obra de Dios, que depende de nuestra oración, gradualmente simplificada hasta quedar reducida a una simple mirada del corazón, que no tiene límites cuando uno se deja guiar por el Espíritu de Dios, y pasa tiempo en silencio ante Jesús Eucaristía. Cuando acogemos la mirada silenciosa y suave de Jesús Eucaristía, nuestro corazón se sana, se libera, se ensancha ... sin límites; en ella vemos a su Iglesia entera y a toda la humanidad; y, sin saber cómo, podemos acoger y abrazar con amor a cuantos están presentes en el Corazón de Jesús. Nuestro Dios es tan generoso que desea elevarnos a su nivel y comunicarse con nosotros en lenguaje divino: la contemplación. Contemplación significa: ¡Entra en el gozo de tu Señor! Esencial para la intercesión es la intención. La intención amorosa abraza a todos aquellos por los que Dios quiere que oremos ... y los presenta a Dios aún sin pensar ellos. Cuando el intercesor con esa simple intención se expone a la mirada de Dios, todos los que lleva en su corazón se van bañando en el amor de Dios y recibiendo la gracia divina. Cuando el intercesor contemplativo se pierde en Dios, quedan dentro de Dios todas las personas e intenciones que lleva en su interior.
Y luego, la gozosa celebración de la Eucaristía, subrayando su aspecto sanador. Jesús camina sobre el agua. Pedro camina hasta casi llegar a Jesús; se hundió porque, por un momento, no miró a Jesús, sino al viento y a las olas. A nosotros también nos pasa lo mismo que a Pedro, y el remedio es mantener la mirada en Jesús aunque no lo veamos.
Para finalizar el día, la adoración al Santísimo con nuestra expresión y ofrenda personal.
El sexto día(9), después de alabar al Señor en laudes, tuvimos la enseñanza, que nos señalaba nuestro destino,‘Ser alabanza, ser intercesión’: “Betania es el segundo hogar de Jesús de Nazaret. La casa de Marta y María es nuestro corazón. Todo cristiano tiene una doble vocación: activa, a hacer, y contemplativa, a ser. La vocación activa, la realizamos nosotros con la ayuda de Dios, y la contemplativa la realiza sólo el Espíritu con nuestra cooperación. El sentido final de nuestra existencia, es ser alabanza de Dios. Los llamados a interceder estamos también destinados a ser intercesión. Jesús es la alabanza e intercesión perfecta. En cuanto somos su imagen, somos alabanza, somos intercesión con Él y como Él. Nuestra identidad verdadera está escondida en Dios. En esta vida hemos de practicar lo que estamos llamados a ser por toda la eternidad: alabanza de Dios, para gloria de Dios y alegría nuestra y de todos los bienaventurados, de los redimidos.
Condiciones para ser alabanza e intercesión: 1) Docilidad al Espíritu. Cuando nuestra vida cae bajo el control del Espíritu, Él nos transforma profundamente: nos vacía de nuestro yo, nos llena de Jesús hasta llegar a ser Jesús para Dios y los hombres. Sólo usa un arma: derrama el amor de Dios. Nada más importante en la vida que contribuir a que Dios pueda satisfacer en nosotros y en todos su sed infinita de amar. 2) Buscar siempre y en todo el reino de Dios. El reino de Dios, la gloria de Dios y lo que Dios tanto desea: la santificación de los escogidos, y la salvación de todos los hombres, es lo único importante para quien se convierte en intercesión y encuentra en su pobreza y en la ajena la riqueza y la fuerza de Dios. Mis debilidades y defectos, mis sufrimientos, cansancios y pobrezas, unidos a Jesús son mi intercesión permanente. 3) Unidad y armonía interior, que sea fruto y reflejo de la unidad existente en el seno de la Trinidad. Cuando uno se acepta como es: con sus limitaciones, sus pobrezas y otras circunstancias de la vida, su voluntad está en pleno acuerdo con la de Dios. En su interior reina la paz, armonía, unidad. Para descubrirlas hay que entrar muy dentro de uno mismo, por el recogimiento y silencio interior; y proceder en fe más allá de uno mismo. 4) Gratitud sin límites. La gratitud es algo que nace del sentido de lo gratuito. Para tenerla hay que buscar a Dios por sí mismo, no por sus beneficios. Quien acoge el amor de Dios como puro don y sin cortapisas aprende a amar a Dios con pureza de corazón, desinteresadamente. Amar a Dios como Dios, lo mismo en sequedad que en fervor, no por sus dones, no por gustos”, no por sus regalos.
Toda alabanza de gloria se convierte gradualmente en una hostia de alabanza, en intercesión, como lo fue, como lo es, Jesús.
Luego vino la adoración-intercesión ante Jesús Eucaristía por la Evangelización, la Renovación Carismática, Manos Alzadas, la Catequesis. Dejarnos utilizar por el Espíritu de Dios según sus planes, según su voluntad, hacer pasar la gracia de la salvación a tantos hambrientos y necesitados de Dios Misericordia y Amor.
Por la tarde, seguimos orando por Emigración, marginación y pobreza; unidos a Cristo ante el Padre, y elevando nuestra plegaria silenciosa a favor de sus preferidos.
Continuamos con la celebración de la Eucaristía. Ser canales para que pase el agua de la fuente: Cristo, mantener las lámparas encendidas con cariño y ternura a la espera del Esposo.
Y después de la cena, la fiesta con el Señor: adoración al aire libre con cantos de danza, velas y poesías, una explosión de alegría y gozo y adoración hacia nuestro Dios Trinidad en la Persona de Jesús Eucaristía, y en presencia especial de María nuestra Madre, su Mamá.
El día séptimo, se terminó el encuentro con el broche final de la celebración de la Eucaristía en la casa de l’Assomption, exhortándonos a todos los participantes a ser intercesores allá donde fuéramos y con quienes estuviésemos.
Y la despedida a nuestra bendita Madre María Inmaculada, frente a la Gruta de Massabielle, en alegría y paz, y nostalgia del próximo encuentro bajo su amparo y protección, en Lourdes.
No podemos olvidar los “paseos” diarios con el Santísimo (traslado de la capilla al salón). Eran una bendición de alegría y de gozo en el Señor.
¡Ojalá, supiéramos dar gracias a Dios por todo el amor y las gracias que Él ha derramado en este encuentro! Y derrama siempre que nos dejamos llenar de su amor.
El Señor ha estado grande con nosotros. Nos ha fortalecido en la fe, en la esperanza y en el amor. ¡Sí, el Señor se ha derramado en todo y en todos!
“Cuando llegó y vio la gracia de Dios se alegró y exhortaba a todos a permanecer, con corazón firme, unidos al Señor. Hch 11, 23.
¡Gloria al Señor! ¡Aleluya! ¡Amén! ¡Amén!
“Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; yo no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.” Mc 1, 7-8.
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